Jueves 31, 01:35am
El equipo de Cómodo, termina de comer pizza sentado en una improvisada mesa de tablero y toma bebida en vasos hechos de botellas plásticas recortadas. La mitad de los muebles aún no llegan del taller. Orlando Gatica aún no entrega la cama que diseñó. Los cojines de Fauna Pérez no han cruzado la aduana desde Argentina. Carlos Núñez entre tanto, manda a traer lo más selecto de su catálogo de artistas. Rodrigo Alonso y yo, ayudamos a JP a desenvolver las mesas de Sien. Es tarde, todos están exhausto y el escenario aún no estaba terminado para dar inicio al show en 18 horas más.
18:30pm
Roberto Bravo, el productor del evento, comienza el conteo regresivo. Luego de una ducha rápida pero reparadora, se viste con su chaqueta deshilada y empieza a dar órdenes a los guardias, a Valeria la encargada de tienda y a los meseros, encargados de agasajar y emborrachar a los asistentes. Revisa los bolsos repletos de objetos de diseño que serán los regalos para la prensa y grandes personajes del medio. Falta poco. El clima se acelera. Las tiendas restantes del subterráneo de la galería Drugstore en plena Providencia son obligadas a cerrar. Se esperan cerca de 300 personas para la inauguración, las que serán situadas en el sector delimitado y protegido por guardias perfectamente vestidos.
20:00pm
El show comienza. La música de un DJ amenizaba el ambiente. Los meseros esperan la orden para empezar a repartir las copas. JP, Director Creativo de Cómodo, y Cristian Erdman dueño y Director General de la empresa, están ansiosos, por fin el sueño está cumplido, el escenario montado y ellos preparados para hacer lobby en la hoguera de las vanidades del diseño. La gente llega una tras otra vestidas con lo mejor de sus guardarropas. No asistieron 300 personas, sino cerca de 500. Cómo lograron respirar, caminar y lucirse aún me resulta todo un misterio. Pero ahí estaban, era una mezcla extraña entre diseñadores, artistas, músicos, periodistas y uno que otro intelectual socialité.
De pronto veo al mismo chico tímido, alto y barbón de la noche anterior. Ya no se veía tan tímido. Se notaba que había preparado su personaje. Sus enormes gafas de sol con marco cuadrado blanco y sus zapatos de payaso amarillo chillón completaban el vestuario que había elegido para encarnar a un misteriosos fotógrafo cool. De chico tímido con pinta de talentoso, pasó a ser un esnob con ansias de páginas sociales. Dentro de la fauna restante era fácil divisar a los que aún eran estudiantes y los que ya éramos parte del mercado. Los primeros aún lucían sus fachas de hippie chic alternativos, los otros sabíamos que había que trabajar, por lo que vestíamos como la gente espera que luzcan quienes les venden estilo. Nada exagerado pero que denote que no eres un invitado más, sino parte del elenco.
Como es habitual la gente se agrupa por afinidad de egos. Primero parten con la rutina de la pasarela para mostrar que son parte del evento, fingiendo que nada ni nadie les importa se desplazan entre la gente. Atacando al primer mesero que encuentran en busca de una copa. Acto seguido, buscan entre sorbos a la gente conocida. Extrañamente logran ubicar primero a los eneamigos del medio, luego a sus compañeros de farra, pero siempre optan por saludar antes que a otros al personaje más influyente del lugar. Al fin y al cabo no son más que relaciones públicas bien orientadas. El que se llevó gran parte de estos saludos iniciales fue Óscar Ríos.
Los dueños del evento no daban abasto para tanta felicitación. Mi pecho estaba hinchado al ver el éxito que tenía el trabajo de mi mejor amigo. De seguro más de algún abrazo no fue tan honesto y estuvo más que lleno de envidia y conveniencia. En fin, así es el negocio. JP lucía perfecto en su terno italiano, de la última colección que trajo Juan José Soto. El que con su tanorexia más controlada deslumbraba, causando una cadena de codazos entre los asistentes por su abrigo color beige con una discreta solapa de piel. Algo no muy acostumbrado de llevar en este mundo vanguardista tan poco atrevido. Con todo el resquemor que me provocan los asesinatos no pude evitar abrazarlo cuando lo vi. Además de ser muy simpático, es el padre de Renato, el pug con más glamour y la cara mas linda que he visto. Sin mencionar que le compro novia, Raffaella. Los que espero sean los próximos padres de mi retoño. Por lo tanto, ya que cuento con que seamos familiares en el futuro, omitiré el comentario criminoso sobre su solapa, sólo haré un minuto de silencio.
...
Mientras optaba por ir en busca de una copa de champaña a la mesa del catering directamente, descubrí que mi chaqueta le llamaba la atención a un guapo fotógrafo que se encontraba en el grupo de Pato Pozo, el entrañable amigo de Pato Fernández (cómo olvidar su ponchera con una mancha de mayonesa y sus toques de cerveza cuando ambos llegaron tarde a dictarnos cátedra). Pero el punto aquí, no era PP, sino que esconderme del guapo fotógrafo, no por lo guapo ni pecaminoso, sino porque moría de susto que recordara que no escribí la nota para La Nación el año pasado por su última exposición en la Animal. Recuerdo que me envió un mail en esa época, preguntando porqué?, yo solo desaparecí. Me dio pudor decirle que no me gustaron sus fotografías y por eso no hice la nota. Aunque luego su instalación visual de canchas de tenis sería altamente reconocida. Asumo mi mal ojo mediático, aunque sigo encontrando mala la serie de fotos, salvo el formato. Mientras me escondía entre los brazos de mi novio para pasar desapercibida pasó por nuestro lado Mr. Garfias, con su bufanda rosa, complemento infaltable en su atuendo de esta temporada. El verano pasado fueron los pantalones rojos. Debe haber sido extraño para él no ser el centro atracción esta vez. Esta vez lo eran sus niñitos. Ex alumnos que ayudó a crecer. Tal vez fue la cuota de orgullo que lo hizo dar un paso al lado y dar protagonismo a los jóvenes, o quizás la nostalgia por su tienda en Alonso de Córdova, Nuevo Diseño Hecho en Chile, tan similar a Cómodo como un padre a un hijo. Donde el hijo siempre tiene mejor porte, más impacto y menos trabas.
Tras un par de copas y algunas personas menos, intenté llegar a la tienda para ver cómo había quedado la puesta en escena final. En el pasillo previo a la entrada, mientras esperábamos la circulación de las personas al interior de la tienda, apareció Carlos Núñez levantando los brazos, “No esperaba menos de ti. Panton, absolutamente acorde al evento”, comentó por mi chaqueta. Nadie excepto él podría haber reconocido el estampado Geometric I, de 1960, de Verner Panton. Sólo él. De pronto un amigo que me acompañaba saluda a un tipo al que no alcancé a distinguir. Al escuchar su Agrrrr!! al voltear, comprendí que era Jorgito hijo, quien como de costumbre para el disgusto de mi amigo, era mal acompañado de un ejemplar que parecía recogido del Fausto. Siguiendo con el recorrido por la tienda, que más parece una galería de diseño que tienda de productos, busqué donde estaban los míos. Los cojines de mi colección, figuraban encima de una reposera de metal y mimbre, junto a ella estaba un joven arquitecto con el que tuve un affair años atrás, lo felicité por su revistero y pregunté que más había diseñado, para mi sorpresa, aquella reposera era diseño de él. Que ironía, nuestros diseños combinaban a la perfección, no fue así para nosotros.
Ya eran pasadas las 10 de la noche, la gente aún no se iba. El evento había sido todo un éxito. Aún quedaba la tipa que se sacaba fotos en las ambientaciones, brindando junto a otra mujer con las copas Watt de R. Alonso, obviamente vacías. Mientras su marido, un actor irreverente, de comedia gringa a la chilena, con su discreto gorro de lana altiplánico conversaba junto a su compañera de serie, la actriz Javiera Contador. Los que en esta ocasión no eran objeto de curiosidad, sino más bien un arroz televisivo invitado al evento.
Cerca de las 11, la gente se negaba a moverse. El anfitrión agotado optó por cortar el suministro alcohólico, una forma cortés de decirle a los asistentes que es hora de irse. El estreno en sociedad había sido más que un éxito. Todos los que les cerraron las puertas y dificultaron el camino a estos diseñadores alguna vez, rogaron por una invitación. Los dioses del Olimpo fueron destituídos, la nueva camada tomó el poder. Zeus para los diseñadores, ahora se llama Juan Pablo Fuentes.
El equipo de Cómodo, termina de comer pizza sentado en una improvisada mesa de tablero y toma bebida en vasos hechos de botellas plásticas recortadas. La mitad de los muebles aún no llegan del taller. Orlando Gatica aún no entrega la cama que diseñó. Los cojines de Fauna Pérez no han cruzado la aduana desde Argentina. Carlos Núñez entre tanto, manda a traer lo más selecto de su catálogo de artistas. Rodrigo Alonso y yo, ayudamos a JP a desenvolver las mesas de Sien. Es tarde, todos están exhausto y el escenario aún no estaba terminado para dar inicio al show en 18 horas más.
18:30pm
Roberto Bravo, el productor del evento, comienza el conteo regresivo. Luego de una ducha rápida pero reparadora, se viste con su chaqueta deshilada y empieza a dar órdenes a los guardias, a Valeria la encargada de tienda y a los meseros, encargados de agasajar y emborrachar a los asistentes. Revisa los bolsos repletos de objetos de diseño que serán los regalos para la prensa y grandes personajes del medio. Falta poco. El clima se acelera. Las tiendas restantes del subterráneo de la galería Drugstore en plena Providencia son obligadas a cerrar. Se esperan cerca de 300 personas para la inauguración, las que serán situadas en el sector delimitado y protegido por guardias perfectamente vestidos.
20:00pm
El show comienza. La música de un DJ amenizaba el ambiente. Los meseros esperan la orden para empezar a repartir las copas. JP, Director Creativo de Cómodo, y Cristian Erdman dueño y Director General de la empresa, están ansiosos, por fin el sueño está cumplido, el escenario montado y ellos preparados para hacer lobby en la hoguera de las vanidades del diseño. La gente llega una tras otra vestidas con lo mejor de sus guardarropas. No asistieron 300 personas, sino cerca de 500. Cómo lograron respirar, caminar y lucirse aún me resulta todo un misterio. Pero ahí estaban, era una mezcla extraña entre diseñadores, artistas, músicos, periodistas y uno que otro intelectual socialité.
De pronto veo al mismo chico tímido, alto y barbón de la noche anterior. Ya no se veía tan tímido. Se notaba que había preparado su personaje. Sus enormes gafas de sol con marco cuadrado blanco y sus zapatos de payaso amarillo chillón completaban el vestuario que había elegido para encarnar a un misteriosos fotógrafo cool. De chico tímido con pinta de talentoso, pasó a ser un esnob con ansias de páginas sociales. Dentro de la fauna restante era fácil divisar a los que aún eran estudiantes y los que ya éramos parte del mercado. Los primeros aún lucían sus fachas de hippie chic alternativos, los otros sabíamos que había que trabajar, por lo que vestíamos como la gente espera que luzcan quienes les venden estilo. Nada exagerado pero que denote que no eres un invitado más, sino parte del elenco.
Como es habitual la gente se agrupa por afinidad de egos. Primero parten con la rutina de la pasarela para mostrar que son parte del evento, fingiendo que nada ni nadie les importa se desplazan entre la gente. Atacando al primer mesero que encuentran en busca de una copa. Acto seguido, buscan entre sorbos a la gente conocida. Extrañamente logran ubicar primero a los eneamigos del medio, luego a sus compañeros de farra, pero siempre optan por saludar antes que a otros al personaje más influyente del lugar. Al fin y al cabo no son más que relaciones públicas bien orientadas. El que se llevó gran parte de estos saludos iniciales fue Óscar Ríos.
Los dueños del evento no daban abasto para tanta felicitación. Mi pecho estaba hinchado al ver el éxito que tenía el trabajo de mi mejor amigo. De seguro más de algún abrazo no fue tan honesto y estuvo más que lleno de envidia y conveniencia. En fin, así es el negocio. JP lucía perfecto en su terno italiano, de la última colección que trajo Juan José Soto. El que con su tanorexia más controlada deslumbraba, causando una cadena de codazos entre los asistentes por su abrigo color beige con una discreta solapa de piel. Algo no muy acostumbrado de llevar en este mundo vanguardista tan poco atrevido. Con todo el resquemor que me provocan los asesinatos no pude evitar abrazarlo cuando lo vi. Además de ser muy simpático, es el padre de Renato, el pug con más glamour y la cara mas linda que he visto. Sin mencionar que le compro novia, Raffaella. Los que espero sean los próximos padres de mi retoño. Por lo tanto, ya que cuento con que seamos familiares en el futuro, omitiré el comentario criminoso sobre su solapa, sólo haré un minuto de silencio.
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Mientras optaba por ir en busca de una copa de champaña a la mesa del catering directamente, descubrí que mi chaqueta le llamaba la atención a un guapo fotógrafo que se encontraba en el grupo de Pato Pozo, el entrañable amigo de Pato Fernández (cómo olvidar su ponchera con una mancha de mayonesa y sus toques de cerveza cuando ambos llegaron tarde a dictarnos cátedra). Pero el punto aquí, no era PP, sino que esconderme del guapo fotógrafo, no por lo guapo ni pecaminoso, sino porque moría de susto que recordara que no escribí la nota para La Nación el año pasado por su última exposición en la Animal. Recuerdo que me envió un mail en esa época, preguntando porqué?, yo solo desaparecí. Me dio pudor decirle que no me gustaron sus fotografías y por eso no hice la nota. Aunque luego su instalación visual de canchas de tenis sería altamente reconocida. Asumo mi mal ojo mediático, aunque sigo encontrando mala la serie de fotos, salvo el formato. Mientras me escondía entre los brazos de mi novio para pasar desapercibida pasó por nuestro lado Mr. Garfias, con su bufanda rosa, complemento infaltable en su atuendo de esta temporada. El verano pasado fueron los pantalones rojos. Debe haber sido extraño para él no ser el centro atracción esta vez. Esta vez lo eran sus niñitos. Ex alumnos que ayudó a crecer. Tal vez fue la cuota de orgullo que lo hizo dar un paso al lado y dar protagonismo a los jóvenes, o quizás la nostalgia por su tienda en Alonso de Córdova, Nuevo Diseño Hecho en Chile, tan similar a Cómodo como un padre a un hijo. Donde el hijo siempre tiene mejor porte, más impacto y menos trabas.
Tras un par de copas y algunas personas menos, intenté llegar a la tienda para ver cómo había quedado la puesta en escena final. En el pasillo previo a la entrada, mientras esperábamos la circulación de las personas al interior de la tienda, apareció Carlos Núñez levantando los brazos, “No esperaba menos de ti. Panton, absolutamente acorde al evento”, comentó por mi chaqueta. Nadie excepto él podría haber reconocido el estampado Geometric I, de 1960, de Verner Panton. Sólo él. De pronto un amigo que me acompañaba saluda a un tipo al que no alcancé a distinguir. Al escuchar su Agrrrr!! al voltear, comprendí que era Jorgito hijo, quien como de costumbre para el disgusto de mi amigo, era mal acompañado de un ejemplar que parecía recogido del Fausto. Siguiendo con el recorrido por la tienda, que más parece una galería de diseño que tienda de productos, busqué donde estaban los míos. Los cojines de mi colección, figuraban encima de una reposera de metal y mimbre, junto a ella estaba un joven arquitecto con el que tuve un affair años atrás, lo felicité por su revistero y pregunté que más había diseñado, para mi sorpresa, aquella reposera era diseño de él. Que ironía, nuestros diseños combinaban a la perfección, no fue así para nosotros.
Ya eran pasadas las 10 de la noche, la gente aún no se iba. El evento había sido todo un éxito. Aún quedaba la tipa que se sacaba fotos en las ambientaciones, brindando junto a otra mujer con las copas Watt de R. Alonso, obviamente vacías. Mientras su marido, un actor irreverente, de comedia gringa a la chilena, con su discreto gorro de lana altiplánico conversaba junto a su compañera de serie, la actriz Javiera Contador. Los que en esta ocasión no eran objeto de curiosidad, sino más bien un arroz televisivo invitado al evento.
Cerca de las 11, la gente se negaba a moverse. El anfitrión agotado optó por cortar el suministro alcohólico, una forma cortés de decirle a los asistentes que es hora de irse. El estreno en sociedad había sido más que un éxito. Todos los que les cerraron las puertas y dificultaron el camino a estos diseñadores alguna vez, rogaron por una invitación. Los dioses del Olimpo fueron destituídos, la nueva camada tomó el poder. Zeus para los diseñadores, ahora se llama Juan Pablo Fuentes.