lunes, 14 de abril de 2008

Legally Blonde II


El año pasado, en el magíster, jugué a ser Elle Wood durante más de la mitad del primer semestre. Me divertía viendo las reacciones y manías intelectualoides de algunos compañeros. Poco me faltó para ponerle una cinta rosa en las orejas a mi conejo y llevarlo a clases. Aún recuerdo la cara reprobatoria de el Sr. Tachi o las miradas de desaprobación de otros, cuando hojeábamos alguna Vogue o Vanity Fair con mi partner.
La diseñadora. Esa era yo. Que cresta hacía una frívola niñita preocupada de la moda en un "post grado" de semejante talla intelectual. Ja!. Fue entretenido ese año. Jugar a burlarme de los prejuicios de una serie de literatos. Me di cuenta, como es cierto el que te juzgan como te ven. Vivo inserta en el mundo de la imagen. Donde todos reclaman que te juzgan por la apariencia. En este caso el juicio era negativo. No solo me veía, sino que también emanaba aquellos conceptos superficiales de diseño y moda. Lo hacía absolutamente conciente. Gozaba abrir mi caja de anteojos Givenchy. Entrar en medio de la clase con algún accesorio llamativo. Y por sobre todo refregarles mis orejeras de peluche, a las señoras de libros que miraban con cara de espantadas.
Con el tiempo fue siendo menos entretenido. Mi grupo empezó a crecer y mis compañeros se acostumbraron a mis boinas, botas, orejeras y saltitos. Además, una cosa era andar de sustancia por la vida y otra serlo. Estaba consciente que tenía un desnivel narrativo y literario considerable, en comparación a algunos de mis compañeros. Pero a medida que avanzaban los meses me fui dando cuenta que de revistas hay pocos que sabían lo mismo que yo. Cuando entendí que no estaba en un taller de literatura clásica ni en un seminario para el Pulitzer, dejé de sentir miedo. Yo no estaba ahí para ser la mejor periodista, ni la nueva revelación literaria. Estaba ahí, para ser editora de una revista. De "La" revista. Tal vez, no me sé la fórmula de la pirámide invertida para la noticia dura. Pero de los que ahí estamos, de revistas no sabe nadie más que yo. Recordé en cuántos proyectos había estado. Cuántas revistas son las que conozco. Y por sobre todo, cuanto me cargan las revistas nacionales. Mi reacción fue similar a la que tiene la protagonista de Legally Blonde comprando su Mac rosa, vestida de conejita. Amurrada, decide que basta de ser dulce.
Este martes empieza mi segunda parte. Perfecta ocasión para retomar el personaje. Aún mejor, cuando hay personajes nuevos. Muero de ansiedad por retomar las clases. Cuanto anhelo esa escena de presentación. La anfitriona, esta vez, es una señora de un medio con cuarenta años de trayectoria. Será igual de perjuiciosa que su editora periodística?. Espero que no. Quiero un icono a quien tomar de ejemplo. Al leer el Blog de Satelices, donde habla de Carine Roitfel me hace alucinar con la idea de poder tener cerca a una diosa de las editoriales como ella. Creo que hasta Anna Wintour sería un placer. Por demoniaca que la pinten. Hasta ahora, lo que he logrado averiguar sobre mi próxima profesora es que es de la vieja escuela. Look intelectual. Fórmula fija. Temas y secciones inamovibles. De aquellas profesionales forjadas con los años. Ojalá tenga algo de glamour, para recrear los ojos. Mucho de bruja y sobre todo soberbia. Quiero ver a mujer profesional orgullosa, a quien temer. Para poder admirar. Una mujer que sepa donde pisa y conozca su poder. Estoy aburrida de ese prototipo que a pesar de mirar con arrogancia se esconde en una pluma sumisa. Quiero una editora que no siga lo que le dicen, sino que dicte lo que cree. No es mi meta convertirme en la bruja sin vida que ironiza Miranda Presley. Pero con la mitad de glamour que Roitfel de seguro logro una publicación de respeto. Por ahora a remover el guardarropa. Es hora de volver a darle vida al personaje.
Yo espero a Carine Roitfel, ella a quién esperará?. De seguro una versión trigueña de Elle Wood no.